lunes, agosto 18, 2008

Estrategia furibunda VS la pasividad del perdedor nato

He probado el Battlelore con un experto estratega, bueno, un wargamer, alguien que está acostumbrado a jugar a juegos de guerra porque son lo que más le pirra desde siempre. Quizás se deje llevar demasiado por las ansias de victoria hasta hacer pensar que tiene mal ganar -y no quiero pensar ni el perder-, pero ha sido una grata experiencia, a pesar de que me ha machacado (dos de dos), como no -ergo, ¿no tan grata quizás?-.

El caso es que a pesar de los dados y las cartas de mando, una partida de Battlelore es como una partida de ajedrez, juego en el que nunca he destacado debido a mi legendario despiste selectivo. Me explico, siempre que juego a algo, o practico AA. MM., se me acaba pasando algo por alto, pequeños o grandes detalles -cosa que inexplicablemente no me ocurre en el trabajo del pan-. En el caso de los juegos -de mesa, aclaremos- es porque no me hago a la idea de estar barruntando todas las posibilidades de mis acciones y me acabo cansando de pensar siempre las mismas opciones -dado que mi cerebro no llega a más que un puñado-, puede que también se deba a que no controlo las reglas al cien por cien, pero la verdad es que eso suena bastante a excusa -como decir que el DOA y los juegos de lucha de videoconsola condicionan mi modo de jugar en mesa tendiendo a ser demasiado instintivo y poco reflexivo, cosa cierta que también es mala excusa.

Veamos, si me pongo a pensar en ello, lo cierto es que no suelo ganar en los "wargames" -ligeritos, por favor-, y eso es un hecho. Ni siquiera en los que yo me sé las reglas y explico un poco a un novato su funcionamiento -que a lo poco me vapulea-. Otra cosa son los llamados "eurogames", que no sé por qué, se me dan mejor -bueno, me imagino que tiene algo que ver con mi mente especulativa, vil y desconfiada, la suerte y la carencia de agresividad directa en algunos-.

En el caso de los wargames -o sucedáneos más sencillos-, no puedo decir que me desagraden. De hecho me gustan, pero sabiendo las reglas que hay que estudiar para jugar a uno de ellos -reglas que, cuando más completas y complejas mayor el grado de estrategia y disfrute del juego, en teoría- me da bastante pereza ponerme al ajo, eso es algo que "per se" no debería ser razón de peso, pero unida a que todos los juegos -buenos, o la mayoría de ellos- suelen estar en inglés -idioma que domino, aunque no sea bajito y se resista- y hace difícil meter a terceras partes en el juego. Otro escollo es la duración de una partida, aunque hay varios juegos como los de Richard Borg (¡quien en sus inicios hizo el "asalto a la ciudadela" de Mutant Chronicles!) que son rápidos, estratégicos y relativamente sencillos. Otra es el precio que pueden llegar a tener en las tiendas especializadas, que es bastante salvaje, pero a su vez es lo que tiene la importación, y siempre quedará la posibilidad comprar por internet a la fuente -tampoco muy barato-. Una parte buena de los wargames temáticos -o sea, los más largos y complejos-, es que ayudan a aprender historia o levantan el interés por ciertos hechos históricos y determinadas épocas -una vez más lo más llamativo suele estás en inglés-. Lo del idioma es bastante determinante en los juegos que funcionan con cartas, no se puede jugar en condiciones según con quién y, para mí, lo más importante de un juego es poder jugarlo con mucha gente -sin necesidad que sean todos a la vez, que de normal ya pierdo-, porque en mi caso yo aprendo más de las personas con las que juego, que del juego en sí -de ahí que no suela ganar, no aprendo mucho acerca del juego-.

Tal y como hablo de mi incapacidad para ganar -a veces, que de vez en cuando gano, bueno, al Battlelines no- parece que me de igual ganar o perder, pero el caso es que no. No es cierto. Cuando sueles perder mucho te vas hundiendo poco a poco y te da la sensación que estás perdiendo el tiempo, te gusta el juego o la actividad en cuestión, pero al no ganar te preguntas si vale la pena seguir pegándote cabezazos contra una pared. Tal vez esa sea la sensación que recibo de mi vida en estos momentos y lo traslade a la sensación que me da perder en algo que me gusta. Pero oye, si dos juegan y solo uno puede ganar, eso pasa. Lo malo es si una hora de partida y diversión se resume en un triste "¿quién ha ganado?" -sobretodo para el que no ha ganado-, frase directamente heredera de "tienes que ser el primero de clase", que algunas abuelas nos decían de niños -creando estrés y frustración, pues como en "Los Inmortales", "sólo puede quedar uno"-. Tampoco ayuda que el que gane agite los brazos en señal de victoria, se levante de la mesa, le de tres vueltas y haga tres cortes de manga a la concurrencia, como si hubieran desafiado su honor y estuvieran en peligro su vida o su virginidad anal en caso de perder. De hecho, me resulta extraño que en algo tan mental y reflexivo se termine liberando un tremendo orgasmo de testosterona. Aunque cierto es que cada cual puede celebrar su efímera y ficticia victoria como bien desee, ahí están las Olimpiadas como muestrario de actitudes. Lo malo es cuando te da la sensación que esa acción trasmite más desprecio por el prójimo que alegría por la victoria propia. Pero de nuevo son percepciones vistas desde el bando perdedor y, por lo tanto, subjetivas.

En definitiva, que me lo paso bien, pero debería jugar más, deshacerme de tabúes idiomáticos, complejos de inferioridad y manías persecutorias, a lo mejor así ganaba más. Para ello estoy desempolvando los libros de Warzone y Chronopia para arreglar unos escenarios de campaña que permitan partidas tan rápidas como las de Battlelore, pero como siempre el tiempo y el capricho son nuestros enemigos y cada vez tenemos menos del primero y más del segundo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

I com es aixo de tindre mal guanyar? Has vist algun mal perdre per part del energumeno eixe? I qui es juga la seua virilitat en una partida que no siga la ruleta rusa apuntant als collons?

Oimado dijo...

Home, es lo que te la hipèrbole, sempre s'exageren tres quarts per a cridar la atenció de la concurrència.
Jugant al Muchkin, suant la gota gorda i apunyalant-se de lo lindo es lo més prop que hi ha de mal guanyar (axecar-se de la taula i dir coses com "Jodeos hideputas, toma, toma y toma" -això es una representació fictícia que res te a veure en la realitat-).
La virilitat se la juguem al parxís en un bar gay totes el dissabtes per la tarda, vens?

Anónimo dijo...

Al Munchkin no es te un mal guanyar, es te una amargor tant si guanyes com si perds.

Jo al parxis no me la jugue, preferisc la ruleta rusa.