sábado, diciembre 20, 2008

Exquisito

La edad aprieta y con ella los primeros accesos de senilidad empiezan a asomarse por la esquina echando furtivas miradas a nuestra psique. Esas manías infantiles y risueñas que teníamos hace unos años, han madurado hasta el punto de convertirse en manías viejas y cascarrabias, manías con derecho a pensión vitalicia y okupas que no están dispuestas a marcharse para nada. Con la edad llega el momento de decidirse por una cosa u otra pues nos damos cuenta de que el paso del tiempo avanza lenta pero inexorablemente. Y en mitad de todo esto una pequeña afición a algo considerado por lo general infantil va madurando y cogiendo cuerpo, no ya como las manías sino como un buen vino.
Hoy me ha dado por hablar de la breve y poco frecuente sensación que da jugar por mero placer. En este caso a juegos de mesa e incluso, rol.
Hace poco pude probar el "Aníbal: Roma contra Cartago" y pese a ser un juego creado hace 20 años, me dejó muy buen sabor de boca. Quizás fuera por la excelente reedición de Valley Games, pero lo que más veo que me gustó fue la mecánica del mismo.
A veces jugamos por mera diversión, otras para ganar -y solo para eso-, otras para estar con más gente y socializar, o por mero frikismo histórico... Pero en otras ocasiones es por el mero placer de comprobar cómo está hecho un juego y analizarlo, averiguar y sopesar la mecánica -esto es, que tipo de pautas sigue el juego para equilibrarse entre los jugadores y darles opciones estratégicas que les permitan ganar... o perder-. Hay que reconocer que la exquisitez del "Aníbal" en este aspecto me sorprendió. No soy muy de wargame, soy lento pensando y despistado, mala combinación. Tampoco me he interesado mucho por jugar a juegos donde se está mucho tiempo frente al tablero. Prefiero jugar con más de 1 persona si es para divertirse, pero últimamente estoy "saboreando" las mieles de juegos estratégicos sencillos -quizá sobre estrategia- y lo cierto es que se goza como un enano. Cuando más cerca -o interesados- estemos de la historia que nos cuenta el juego en cuestión, más lo disfrutaremos, pero cuanto mejor esté hecha la mecánica y mejor lo apreciemos, más exquisito se volverá el juego.
En este aspecto de exquisitez me sorprendieron el "Puerto Rico", "Ciudadelas" y el mencionado "Aníbal...". Pero si pienso un poco, joyas como el "Mall of Horror", a pesar del mal rollito de lo de las votaciones.
Otros wargames, como el Romulan que tengo yo, son como partidas de ajedrez recargadas, lo que da estrategia al asunto es la cantidad de cosas que hay que tener en cuenta cuando se mueve ficha.
No juego mucho, y ahora menos, tampoco es que vaya a tener más tiempo para jugar pero quizás viendo esa exquisitez, los disfrute más.
El Twilight Struggle también pinta exquisito. Slurp.
Algún día en que no tenga sueño ni dislexia de teclado me explayaré en el asunto.

miércoles, diciembre 17, 2008

Aite -相手- El oponente

Uno de los términos más utilizados por el maestro Hatsumi, y cualquier otro maestro marcial, cuando explica las técnicas es el de "aite", el oponente. Evidentemente el sentido en que utiliza esta palabra durante sus explicaciones es meramente físico, es decir, en referencia al "uke" como persona que ataca de un modo u otro. Así pues, en sus vídeos -los del maestro Hatsumi- podemos oír como dice frases como "si el oponente ataca por este lado..." o "cuando el oponente..." en clara referencia a una amenaza física inmediata que debemos resolver mediante el uso de la técnica que estamos practicando en ese momento.
Desde este punto de vista, "el oponente" o incluso, en versiones más crudas y antiguas de arte marcial, "el enemigo" son elementos a priori necesarios para entender la ejecución de las técnicas. Del mismo modo en que un ataque es necesario para aplicar una defensa que lo contrarreste, o así debería ser, ¿no creéis? En Artes marciales de contacto donde existe un alto nivel de competición -como ocurre en el boxeo, full contact, muay thai o Karate Kyokushin entre otros muchos- el concepto de "oponente" como alguien físico y presente está muy acentuado por el intercambio de golpes que se produce entre ambos "contrincantes". En ese aspecto no hay vuelta de hoja, cuando dos practicantes de estos artes marciales saltan a un cuadrilátero -o tatami- a darse de tortas, ambos saben que su "oponente" es el que tienen justo delante de las narices -que convenientemente se van a partir el uno al otro-. Cuando se entrena para competir -y ganar- ese oponente al que se pretende superar se convierte en alguien cada vez que luchamos y en ese alguien centramos toda nuestra atención e intención. Pero, ¿qué ocurre si no se compite? ¿Qué pasa cuando no hay un oponente al que derrotar en cada competición, porque no hay competición? Ahí es donde entra el verdadero oponente, el que siempre se ha considerado el adversario real dentro de lo que vienen a ser las artes marciales tradicionales -las que están más imbuidas por la filosofía oriental-, nosotros mismos.
Cuando fijamos nuestro objetivo en ser mejores que los demás podemos caer en algo tan común y peligroso como es el egoísmo. Nos comparamos con la gente y, salvo complejos de inferioridad, siempre solemos salir bien parados a nuestros ojos. Cuando sumamos "victorias" o vemos como otros son "derrotados" -nótese que ambas palabras entrecomilladas son extensibles a todos los ámbitos de la vida, no solo los combates de competición- hinchamos nuestro pecho y empezamos a creernos superiores. Nuestro objetivo está claro, ser mejor que otros para vencerlos. Puede que este camino, bien llevado, nos pueda conducir hacia una vida plena, y no todos los métodos de aprendizaje tienen por que ser nocivos para nuestro "espíritu", pero lo más normal es que nos perdamos, sobretodo si vencemos, y acabemos creyéndonos superiores a las personas que nos rodean.
Por otro lado, cuando consideramos que el adversario a vencer somos nosotros mismos, y deseamos mejorar no solo en el plano técnico o físico, sino también moral y espiritual, reconocemos semejante tarea como algo descomunal que nos llevará toda la vida en conseguir, si es que lo logramos algún día. El hecho de considerarnos a nosotros mismos ese "aite", oponente, es la base fundamental del jiko kansatsu 自己観察, el investigar nuestro interior, someternos a un examen de conciencia diariamente. Eso no nos hará invencibles, y puede que tampoco mejores técnicamente, pero nos ayudará a vivir con mayor serenidad. Y esto no es algo exclusivo de las artes marciales, pararse un momento a reflexionar sobre nuestras acciones y nuestro entorno, sobre nosotros mismos sin buscar oponentes o enemigos en el exterior a los que podamos echar fácilmente la culpa de las malas decisiones que tomemos -que por otro lado los puede haber, pero no dejemos que esas nubes tapen la luz que queremos arrojar sobre nuestro interior-. Conocernos, aceptarnos e intentar mejorar son cosas a las que siempre podremos dar provecho en nuestro día a día. Si aprendemos a ver las cosas desde un punto de vista en que nosotros seamos nuestro propio adversario, nos resultará más fácil sortear las trampas que nuestra propia mente nos pone delante para hacernos caer en la pereza y el egoísmo. Podremos decirnos que si hemos fallado en algo, puede que hayan resultado determinantes factores externos, pero que la próxima vez estaremos más atentos. Seremos conscientes de que la responsabilidad de nuestras acciones recae, por desgracia, sobre nosotros y que no siempre tenemos el lujo de declinar esta responsabilidad aduciendo que estábamos siendo coaccionados por alguien o simplemente por las circunstancias. Intentaremos estar más alerta pero sin obsesionarnos.
Por supuesto contemplarnos a nosotros mismos de un modo narcisista y desigual, poniéndonos por encima de las nubes, no nos hará ningún bien, por lo que nunca estamos a salvo de nosotros mismos ni de nuestro ego, pues nosotros siempre sabemos cómo encontrarnos y por dónde atacarnos.
Y ahora perdonad esta perorata cargada de retórica, pero es que ya tocaba algo así. Y nunca os creáis a pies juntillas nada de lo que escribo aquí, después de todo solo son palabras de loco.

viernes, diciembre 05, 2008

No estar

¡Eh, vale, ya sé! Últimamente no me he prodigado mucho por estos lares, pero la gente necesita un descaso y yo tiempo para estudiar (sic).
A ver qué pasa esta vez (supongo que lo del primer año, que apruebo ya de una vez por todas).
A Dios rogando y con el mazo dando. Ora et labora.