Huyamos de la válida, aunque disyuntiva, frase del señor William Shakespeare -"ser o no ser", sentencia repetida hasta la saciedad por gente que no leyó nunca Hamlet-.
En la filosofía oriental, y por lo tanto en la religión budista que tanto ha influido en esta, se predica la muerte del ego como principal paso a dar para lograr el satori 悟り, la iluminación. Algo tan sencillo de explicar como el hecho de dejar de ser "egoísta" para alcanzar la felicidad personal haciendo felices a terceras personas con nuestros actos, se puede desglosar en infinitas consideraciones e ideas que a su vez dependerán siempre del prisma como se mire o, para dejarlo más claro, de quien ha efectuado semejante reflexión -teniendo en cuenta siempre que ese alguien es él más la suma de sus experiencias y el entorno donde se ha criado y vive-. Para poner un ejemplo, aquellos que sigáis esta bitácora o seleccionéis la sección de Budô 武道 y leáis lo poco que hay allí, encontraréis un punto coincidente en todos los temas que los hará repetitivos, e incluso aburridos si son leídos en su conjunto de un tirón, ese punto coincidente que quizás ni yo mismo perciba, es el modo en que yo veo las cosas y tiendo a ordenarlas y darle sentido de un modo "subconsciente".
En el caso del presente "no ser" -egoísta-, también podemos dar a susodicha expresión una vuelta de tuerca, cada cual según su experiencia, e interpretarlo de un modo ligeramente diferente. Llegado el caso sería como un henka 変化 -cambio-, una variación de una técnica, que a su vez será mejor o peor, útil o inútil, dependiendo de lo "buenos" que seamos, de la experiencia que tengamos y lo bien que la aprovechemos para progresar.
Tras el "no ser" podemos añadir cualquier palabra con connotaciones negativas similares a "egoísta" y, condescendientes con nosotros mismos, hincharíamos el pecho pensando que hemos descubierto el agua tibia. Quizás este sea un paso necesario a dar, un túnel por el que pasar para darnos cuenta de la tontería que pretendemos al querer SER sabios solo por añadir un palo al caramelito -y sin embargo es útil, oiga-. Ahí es donde debemos volver a fijarnos en la fuente, ese "no ser", para darnos cuenta de que aquello que no es, puede serlo todo, pues no tiene forma ni nombre. Si lo enmarcamos en un espacio físico -cosa que dudo debamos hacer-, se diría que es como una hoja en blanco que a pesar de ser usada infinitas veces se mantiene siempre en blanco y por lo tanto siempre lista para que en ella se escriba.
Usando mi limitada asociación de ideas, el "no ser" "podría ser" el no aferrarse a algo, el no considerarse humano o animal, incluso ser vivo, para llegar diseccionarse y desglosarse -filosóficamente hablando- encontrando que no somos ni más ni menos que lo mismo que nos rodea, llámenlo moléculas, llámenlo "ki", Dios o la Fuerza -para los más frikis-...
De todos modos, todo está conectado y nosotros no somos más que hormiguitas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario