Sin alzar la voz, andar sin parar te puede llevar más lejos que correr alocadamente.
martes, junio 23, 2009
Detenerse
A falta de pan buenas son tortas.
LA AFLICCIÓN DE MORAR EN LA IGNORANCIA
El término ignorancia significa ausencia de "iluminación". Lo cual equivale a decir engaño ("delusion", alucinación, espejismo, engaño).
Llamamos lugar de morada a aquel lugar donde nuestra mente se detiene.
Se dice que en la práctica del budismo pasamos por cincuenta y dos estados, y dentro de estos estados, el lugar donde nuestra mente se detiene se denomina lugar de morada. Morar significa en este caso detenerse, y ese detenerse hace referencia al hecho de que nuestra mente se haya retenida por cualquier asunto, sin importar el que sea.
Explicándolo en términos de tu propio arte marcial, cuando reparas por primera vez en una espada que va directa hacia ti a cortarte, si tú piensas en encontrarte con esa espada tal y como está, tu mente se detendrá en la espada justo en la posición que mantiene en ese momento, tus propios movimientos se hallarán irrealizados, y, por lo tanto, serás herido por tu oponente. Esto es lo que significa detenerse.
Sin embargo, si tú ves esa espada que se mueve para cortarte, si tu mente no se ve detenida por ella y si te encuentras con el ritmo de esa espada que avanza; si no piensas en golpear a tu oponente y no quedan ni un atisbo de juicios ni pensamientos en tu mente; si en el mismo preciso instante en que reparas en la espada tu mente no se ve detenida por ella y te mueves arrebatando directamente esa espada de las manos de tu oponente; esa espada que iba a cortarte a ti, se convertirá en la tuya, y contrariamente a lo esperado, será la que corte a tu oponente.
A eso lo llamamos en el Zen "Coger la lanza y, contrariamente a lo esperado, atravesar al hombre que venía a herirte con ella". La lanza es un arma. La esencia de todo esto es que la espada que arrebatas a tu oponente se convierte en la espada que lo abate. Eso es lo que en tu estilo denomináis "sin espada (mutô-無刀)".
Si ya sea por el ataque de tu enemigo, o por tu propia acción, o bien por el hombre que te ataca o por la espada que blande, o por tu posición o tu ritmo, si tu mente es distraída de cualquier modo, tus acciones vacilarán, y eso significará que vas a ser abatido.
Si te colocas delante de tu enemigo (si declaras tus intenciones antes que él), tu mente te será arrebatada por él. No deberías poner tu mente dentro de tu ser. Aferrar la mente al cuerpo es algo que solo se hace durante la primera etapa del entrenamiento, cuando uno es un principiante.
La mente nos puede ser arrebatada por la espada. Y si vuelcas tu mente en el ritmo de la contienda, esta puede ser igualmente arrebatada por ello. Si vuelcas tu mente en tu propia espada, también esta te puede ser arrebatada por tu acero. Con tu mente deteniéndose en cualquiera de estos lugares, te conviertes en un cascarón vacío. Estoy seguro de que recordarás situaciones similares tú mismo. Todo esto también puede ser aplicado al budismo.
En el budismo llamamos a cuando la mente se detiene engaño. Es por ello que decimos "la aflicción de morar en la ignorancia".
viernes, enero 30, 2009
Miedo
Evidentemente, el hablar de este cambio como algo exclusivo de las artes marciales es una necia temeridad -o quizás lo sea toda esta reflexión-, pues este cambio de percepción se suele dar cuando llegamos a dominar -o así lo creemos- cierto campo que requiera o conlleve algún tipo de especialización. Cuando los seres humanos nos ponemos arriba -asumimos cierto grado de poder-, nos puede la arrogancia y empezamos a ver a nuestros iguales como inferiores. Todo esto ocurre sin que nos demos cuenta -o no queramos darnos cuenta- de que aunque cambie el envoltorio, todos estamos hechos de la misma pasta y tarde o temprano vamos a caer en los mismos errores, cierto es que algunos con mayor frecuencia que otros, pero en definitiva todos estamos "allí" alguna vez. Llegados a este punto se ha detener cuidado con la delgada línea que separa la indiferencia del perdón o, quizás sea más apropiado, la consciencia de lo que somos. Si algo nos sobra a los humanos son las excusas para hacer bueno lo malo y leña de todo árbol caído.
Pero volvamos al tema que intento tratar hoy. Resumiendo y sin tantas florituras, se puede decir que cuando creemos saber algo -que otros no saben- nos venimos arriba, pero esta venida arriba puede ser una mera ilusión pues lo que puede que estemos haciendo es, en lugar de agrandarnos a nosotros, empequeñecer a nuestros iguales.
En el ámbito de las artes marciales hay que huir de algo que nos señala de un modo claro y preciso que no vamos por el buen camino, el miedo.
Si todo lo que hemos aprendido, todo en un contexto de violencia y agresión en teoría creados para la defensa y protección, muta en una especie de aura que causa miedo e incomodidad a los que nos rodean y esto nos complace, no vamos por el buen camino. Se supone que cuanto más sepamos más claros y trasparentes hemos de ser, cuanto más conozcamos de lo que es capaz la violencia, más pacíficos. Y cuando sepamos que la vida es a la vez frágil y fuerte, efímera y eterna, más humanos deberíamos ser. Pero el camino es largo y arduo, y todo esto de las artes marciales tan solo es para algunos de nosotros una manera de aprender a vivir, como hay infinitas para todos y cada uno de nosotros.
Ahora aquel diría, paz y amor.
Y, esto ya casi parece la charla de una secta.
miércoles, diciembre 17, 2008
Aite -相手- El oponente
Desde este punto de vista, "el oponente" o incluso, en versiones más crudas y antiguas de arte marcial, "el enemigo" son elementos a priori necesarios para entender la ejecución de las técnicas. Del mismo modo en que un ataque es necesario para aplicar una defensa que lo contrarreste, o así debería ser, ¿no creéis? En Artes marciales de contacto donde existe un alto nivel de competición -como ocurre en el boxeo, full contact, muay thai o Karate Kyokushin entre otros muchos- el concepto de "oponente" como alguien físico y presente está muy acentuado por el intercambio de golpes que se produce entre ambos "contrincantes". En ese aspecto no hay vuelta de hoja, cuando dos practicantes de estos artes marciales saltan a un cuadrilátero -o tatami- a darse de tortas, ambos saben que su "oponente" es el que tienen justo delante de las narices -que convenientemente se van a partir el uno al otro-. Cuando se entrena para competir -y ganar- ese oponente al que se pretende superar se convierte en alguien cada vez que luchamos y en ese alguien centramos toda nuestra atención e intención. Pero, ¿qué ocurre si no se compite? ¿Qué pasa cuando no hay un oponente al que derrotar en cada competición, porque no hay competición? Ahí es donde entra el verdadero oponente, el que siempre se ha considerado el adversario real dentro de lo que vienen a ser las artes marciales tradicionales -las que están más imbuidas por la filosofía oriental-, nosotros mismos.
Cuando fijamos nuestro objetivo en ser mejores que los demás podemos caer en algo tan común y peligroso como es el egoísmo. Nos comparamos con la gente y, salvo complejos de inferioridad, siempre solemos salir bien parados a nuestros ojos. Cuando sumamos "victorias" o vemos como otros son "derrotados" -nótese que ambas palabras entrecomilladas son extensibles a todos los ámbitos de la vida, no solo los combates de competición- hinchamos nuestro pecho y empezamos a creernos superiores. Nuestro objetivo está claro, ser mejor que otros para vencerlos. Puede que este camino, bien llevado, nos pueda conducir hacia una vida plena, y no todos los métodos de aprendizaje tienen por que ser nocivos para nuestro "espíritu", pero lo más normal es que nos perdamos, sobretodo si vencemos, y acabemos creyéndonos superiores a las personas que nos rodean.
Por otro lado, cuando consideramos que el adversario a vencer somos nosotros mismos, y deseamos mejorar no solo en el plano técnico o físico, sino también moral y espiritual, reconocemos semejante tarea como algo descomunal que nos llevará toda la vida en conseguir, si es que lo logramos algún día. El hecho de considerarnos a nosotros mismos ese "aite", oponente, es la base fundamental del jiko kansatsu 自己観察, el investigar nuestro interior, someternos a un examen de conciencia diariamente. Eso no nos hará invencibles, y puede que tampoco mejores técnicamente, pero nos ayudará a vivir con mayor serenidad. Y esto no es algo exclusivo de las artes marciales, pararse un momento a reflexionar sobre nuestras acciones y nuestro entorno, sobre nosotros mismos sin buscar oponentes o enemigos en el exterior a los que podamos echar fácilmente la culpa de las malas decisiones que tomemos -que por otro lado los puede haber, pero no dejemos que esas nubes tapen la luz que queremos arrojar sobre nuestro interior-. Conocernos, aceptarnos e intentar mejorar son cosas a las que siempre podremos dar provecho en nuestro día a día. Si aprendemos a ver las cosas desde un punto de vista en que nosotros seamos nuestro propio adversario, nos resultará más fácil sortear las trampas que nuestra propia mente nos pone delante para hacernos caer en la pereza y el egoísmo. Podremos decirnos que si hemos fallado en algo, puede que hayan resultado determinantes factores externos, pero que la próxima vez estaremos más atentos. Seremos conscientes de que la responsabilidad de nuestras acciones recae, por desgracia, sobre nosotros y que no siempre tenemos el lujo de declinar esta responsabilidad aduciendo que estábamos siendo coaccionados por alguien o simplemente por las circunstancias. Intentaremos estar más alerta pero sin obsesionarnos.
Por supuesto contemplarnos a nosotros mismos de un modo narcisista y desigual, poniéndonos por encima de las nubes, no nos hará ningún bien, por lo que nunca estamos a salvo de nosotros mismos ni de nuestro ego, pues nosotros siempre sabemos cómo encontrarnos y por dónde atacarnos.
Y ahora perdonad esta perorata cargada de retórica, pero es que ya tocaba algo así. Y nunca os creáis a pies juntillas nada de lo que escribo aquí, después de todo solo son palabras de loco.
martes, noviembre 18, 2008
No ser
En la filosofía oriental, y por lo tanto en la religión budista que tanto ha influido en esta, se predica la muerte del ego como principal paso a dar para lograr el satori 悟り, la iluminación. Algo tan sencillo de explicar como el hecho de dejar de ser "egoísta" para alcanzar la felicidad personal haciendo felices a terceras personas con nuestros actos, se puede desglosar en infinitas consideraciones e ideas que a su vez dependerán siempre del prisma como se mire o, para dejarlo más claro, de quien ha efectuado semejante reflexión -teniendo en cuenta siempre que ese alguien es él más la suma de sus experiencias y el entorno donde se ha criado y vive-. Para poner un ejemplo, aquellos que sigáis esta bitácora o seleccionéis la sección de Budô 武道 y leáis lo poco que hay allí, encontraréis un punto coincidente en todos los temas que los hará repetitivos, e incluso aburridos si son leídos en su conjunto de un tirón, ese punto coincidente que quizás ni yo mismo perciba, es el modo en que yo veo las cosas y tiendo a ordenarlas y darle sentido de un modo "subconsciente".
En el caso del presente "no ser" -egoísta-, también podemos dar a susodicha expresión una vuelta de tuerca, cada cual según su experiencia, e interpretarlo de un modo ligeramente diferente. Llegado el caso sería como un henka 変化 -cambio-, una variación de una técnica, que a su vez será mejor o peor, útil o inútil, dependiendo de lo "buenos" que seamos, de la experiencia que tengamos y lo bien que la aprovechemos para progresar.
Tras el "no ser" podemos añadir cualquier palabra con connotaciones negativas similares a "egoísta" y, condescendientes con nosotros mismos, hincharíamos el pecho pensando que hemos descubierto el agua tibia. Quizás este sea un paso necesario a dar, un túnel por el que pasar para darnos cuenta de la tontería que pretendemos al querer SER sabios solo por añadir un palo al caramelito -y sin embargo es útil, oiga-. Ahí es donde debemos volver a fijarnos en la fuente, ese "no ser", para darnos cuenta de que aquello que no es, puede serlo todo, pues no tiene forma ni nombre. Si lo enmarcamos en un espacio físico -cosa que dudo debamos hacer-, se diría que es como una hoja en blanco que a pesar de ser usada infinitas veces se mantiene siempre en blanco y por lo tanto siempre lista para que en ella se escriba.
Usando mi limitada asociación de ideas, el "no ser" "podría ser" el no aferrarse a algo, el no considerarse humano o animal, incluso ser vivo, para llegar diseccionarse y desglosarse -filosóficamente hablando- encontrando que no somos ni más ni menos que lo mismo que nos rodea, llámenlo moléculas, llámenlo "ki", Dios o la Fuerza -para los más frikis-...
De todos modos, todo está conectado y nosotros no somos más que hormiguitas.
lunes, octubre 06, 2008
De Mokuso a Meisô (瞑想-meditación)
La palabra en cuestión, mokuso, la he buscado en diccionario y preguntado a japoneses pero no sabían nada de ella, parece ser que es un vocablo antiguo o en desuso, de todos modos lo importante es que sí que me lo supieron relacionar con el meisô瞑想 (lit. meditación - no confundir con zazen座禅, sentarse a lo zen y meditar). Llegados a la parte de meditación, y sin saber nada de filosofía y religión orientales, podemos pensar que eso de meditar es elucubrar mentalmente hasta la extenuación sobre una idea o concepto. Cierras los ojos y piensas sobre algo con todas las variantes, meditas... Pues nada más lejos de la realidad. Meditar, desde el punto de vista oriental, es todo lo contario. Hay que lograr no pensar en nada, acompasar la respiración estar con la espalda erguida y mantenerse imperturbable ante cualquier ruido o imprevisto. Meditar significa hacer un breve paréntesis en nuestra vida y actividad mental dejando el cerebro en "stand by", bajo mínimos, en busca del satori悟り (el nirvana, la iluminación). Una vez más se impone la eliminación de todo pensamiento, positivo o negativo, para no dejarse llevar por el ego, del que daremos buena cuenta y meteremos en cintura con la práctica de esta particular meditación.
En diversos artes marciales, también el ninjutsu, se utiliza esto mismo, la meditación, el paréntesis que pretende que dejemos de ser lo que somos fuera del dôjô y no seamos nada más que nuestra respiración y movimientos. No hace falta decir que lograr esto es extremadamente complicado y requiere años de práctica, pero eso sí, tranquiliza.
domingo, septiembre 28, 2008
Taijitsu/Taijutsu 体術
El mundo de las artes marciales no dista mucho del resto de mundos, o sub-mundos, creados por la imaginación social del ser humano. La gente se mueve dentro de su entorno como pez en el agua, o se hunde cual piedra. Saca a flote lo que puede, y conforme va pasando el tiempo, salva del naufragio lo que quiere o -una vez más- puede... o le dejan. Nótese que esto no es aplicable sólo a un genero ni a una actividad, cuando somos una persona y tomamos una decisión, lo hacemos conforme a nuestro entorno, éste nos podrá condicionar más o menos, pero el caso es que al final la decisión última es nuestra -siempre suele ser así-. Ahora bien, los factores a tener en cuenta y nuestro comportamiento cambian cuando estamos entablados en algún tipo de relación afectiva, y así lo harán nuestras decisiones. Poco a poco el cerco de libertad que nos damos, nos dan o, mejor dicho, compartimos, se va reduciendo en algunos lugares y ensanchando en otros. Sobre esto, un servidor puede hablar bien poco, y siempre de segunda mano, así que lo dejaremos aquí, pero seamos conscientes de que normalmente todo puede ser leído e interpretado desde varios ángulos, si es que tenemos en cuenta que "todo" está relacionado por una u otra cosa. En este caso lo que relaciona y condiciona nuestro mundo y entorno somos, lógicamente, nosotros, los humanos, con nuestras neuras fobias y psiques -vamos, el comportamiento-.
En este arte marcial en concreto -ninjutsu- existe una parte llamada taijutsu -técnicas corporales-, que algunos fans de Naruto accederán a reconocer por nombre, pero no por forma -cabe decir que formalmente este AAMM se llama Budô taijutsu-. El taijutsu comprende el estudio y comprensión del combate cuerpo a cuerpo, buscando más una reacción instintiva y precisa que rápida y potente. No, no es lo que hace Rock Lee. Veamos, cuando hablamos de cuerpo en taijutsu no hacemos solo referencia a nuestro cuerpo, sino también al del adversario o al de todos aquellos involucrados en el combate. Así mismo tenemos que tener en cuenta el kûkan 空間-espacio- entre ambos -o todos- y controlarlo. Estar muy lejos nos puede hacer volver empezar de cero o quizás perecer bajo el filo de su lanza o espada -si se da el caso de ir armado-. Estar muy cerca hace que nuestros espacios se confundan y podemos acabar siendo nosotros los que seamos derribados. Hay que estar en el lugar preciso -que no es solo uno-. ¡Pero ojo! También hay que estarlo en el momento preciso -que conforme más se aprende, más nos damos cuenta de que hay más de uno, aunque al principio parece que sea imposible que haya varios-. En definitiva, la correcta utilización del taijutsu requiere moverse por estrechos senderos de comprensión que a su vez están pavimentados con múltiples baldosas cada cual con una textura, detalle y matiz diferente. Y todo eso hay que lograr que nuestro cuerpo lo aprenda de modo instintivo -algo imposible si no nos abandonamos al fudôshin que expliqué más adelante-. Ese saberlo de modo instintivo se llama "kan de wakaru" 感で分かる, el kankaku 感覚, el sobremencionado feeling, que a mi entender no todos podemos explicar siempre, pues no tenemos el kankaku necesario para comprenderlo o explicarlo -que a veces se entiende y solo puedes reír sin más, pero no puedes transmitir esa sensación por medio de palabras, para eso hace falta más-.
¿Y todo esto para qué nos sirve? ¿Para hacer daño? ¿Para matar? No. En una época en la que vivimos, aparentemente más civilizada que las anteriores -cosa que no es cierta, pero al primer mundo le ha tocado la cara soleada de la tierra esta vez-, estas enseñanzas son igualmente útiles si aplicamos la máxima de arriba, la de que todo está conectado. Así pues, vayamos arriba, a la parte de las relaciones personales. Apliquemos ahí el taijutsu. Hay gente que lo hace todos los días -¡y en el trabajo también!- y no por ello son maestros marciales.
Quizás si habláramos de nuevo sobre este tema con los senseis, podríamos poner el símil del taijutsu y nos echaríamos unas risas hablando de cómo controlar kûkan entre dos personas o el "feeling". Esos "tira y afloja" tan cotidianos en tanta gente y a veces tan insalvables por ambas partes que hace que la cuerda se tense y se acabe por romper. No existe arte infalible, todo es susceptible de errar, pues así somos los seres humanos, pero cuando lo hacemos y no hay solución a nuestros problemas nos queda el fudôshin, una ruptura amistosa o -a ser posible- un abandono sin hostilidades. Pues como creo, todo está relacionado -hay quien lo quiere llamar karma, y no se llama Earl- y ser negativo afectiva o sentimentalmente se vuelve, a la larga, en nuestra contra, pues cosas así se notan y a nadie le apetece sentirse mal cuando está con alguien.
Meditemos sobre este asunto, o no, que hay mucho que hacer y poco tiempo. Pero una cosa siempre, "seamos conscientes" -"...de las consecuencias de nuestros actos", para los que necesiten algo más-.
viernes, septiembre 26, 2008
Fudôshin -不動心- Espíritu inamovible
Fudôshin significa mantenerse impertérrito ante cualquier cambio o imprevisto, la inamovilidad del espíritu frente a cualquier suceso que nos sacuda, una impasibidad que nos ayuda a mantenernos centrados. Pero cuidado, no hay que confundir esa impasibidad como pasotismo. Ni esa inmovilidad como estancamiento. Más que ser impermeable a sucesos catastróficos o sentimientos negativos, somos permeables pero a su vez filtramos estos sentimientos y rechazamos todo aquello que nos pueda perjudicar de esa experiencia, como la rama que se mece con el viento, somos incapaces de ignorar esa parte de la naturaleza y el mero hecho de pretender hacerlo ya cuenta como una derrota.
Perdón, quizás he entrado muy al trote en el significado de este fudôshin, que nada tiene de misterioso ni exclusivo.
Recapitulemos.
Esta palabra se usa para designar la actitud correcta a mantener frente a cualquier ataque. Mantendremos el espíritu sereno, sin decantarse por el miedo o la euforia, pues ambos pueden llevar al ego y este a la catástrofe. Esta es, en esencia, una filosofía completamente zen. Quizás por eso también sea contradictoria para el pensamiento occidental. Dentro del ámbito de las artes marciales es muy fácil imaginar a un maestro manteniendo un rostro impertérrito mientras se defiende eficazmente de varios adversarios armados. En ese momento creemos que alcanzamos a comprender el significado de ese "espíritu inamovible", el maestro se mueve en el filo de la navaja sin dársele un ardite lo que le pueda pasar a su cuerpo, pues parece que su mente está por encima de él observándolo y su espíritu lo envuelve como una armadura de "entropía" que hace que los adversarios yerren sus ataques una vez tras otra. En ése ámbito todo parece cobrar sentido, pero por desgracia aplicar el fudôshin tan solo ahí es un gran desperdicio. Y aún más, confundir esa aparente afección o flema a la hora de encajar golpes con precisamente eso, flema -pasotismo-, es otro común error.
El espíritu no permanece inmóvil a todo cambio porque sea de hierro o esté metido en un bunker. No. La razón por la que no se inmuta por esos imprevistos que nos da la vida es porque precisamente reconoce que son posibles, porque no está cerrado a ninguna posibilidad. Por ejemplo, de todas las consecuencias catastróficas que se pueden hallar en la vida, el cese de la misma es la que, por instinto, más tememos. Y, paradójicamente, es a su vez la más cierta. Así pues la fortaleza del fudôshin no viene dada por un espíritu blindado, fuerte, robusto y armado hasta los dientes. Sino más bien por algo desnudo y, aparentemente, desangelado, que gracias a su desnudez frente al mundo, la vida, y las consecuencias del estar vivo, es capaz de sentir en su piel y aceptar todo cambio como natural antes de que le llegue, y mecerse con él cuando nos sobreviene. Sea algo bueno o malo.
Eso es difícil de lograr, pero así creo que es el fudôshin.
sábado, agosto 30, 2008
Perfección
Abandonemos ahora el terreno de las artes marciales. Situémonos pues en el mundo real, lejos de dôjos y demás lugares que quizás condicionen de algún modo nuestro comportamiento y manera de pensar para con estas cosas. Yo soy de la idea de que todas las cosas están conectadas de algún modo y que una solución o idea puede ser adaptada para todas -y no me refiero a la expresión "... es como un toro"-. Lo que quiero decir es que eso mismo de no obsesionarse con la perfección al realizar una técnica lo podemos trasladar tranquilamente a la vida del día a día. Vivimos en un mundo que cambia un día tras otro, un mundo en el que la ciencia y la técnica han evolucionado de manera considerable. Estos cambios en realidad no son más que matices, pequeñas cosas que han acarreado grandes repercusiones -buenas y malas-, pero que en definitiva no han alterado la conciencia humana. Los seres humanos seguimos siendo en cierto modo como nuestros antepasados de hace miles de años. A nivel espiritual y social hemos evolucionado en las formas, pero de vez en cuando surge la vena troglodita que todos llevamos dentro y el caciquismo y la incultura causan estragos. En definitiva siempre acabamos repitiendo los mismos errores, de modo distinto quizás, con nuevos matices, pero en esencia es el mismo hilo el que mueve la marioneta humana. Seguro que cuando algo tan extenso e insondable como es lo cíclica que resulta la historia de la humanidad nos lo aplicamos a nosotros mismos, perdón, quiero decir, cuando analizamos nuestra vida desde el mismo punto de vista que analizaríamos la historia, descubrimos que seguimos cometiendo los mismos errores, y que a poco que bajemos la guardia se nos puede ir todo al garete.
Volviendo al tema de las artes marciales, es del todo inevitable que un día nos encontremos en una situación contraria a nosotros y nuestras técnicas, un mal puñetazo recibido, una pérdida de equilibrio, cualquier cosa. Por supuesto lo primero es aceptar que "si estás en el ajo te vas a acabar picando", pero adaptarse a las circunstancias sin obsesionarse porque hayamos perdido la bella fachada que es nuestra técnica ni creernos perfectos o intocables, es -como aquel- un primer pero gran paso hacia la paz interior -perdón, demasiado "espirituoso"-. Es lo mismo que conocerse a uno mismo, puede que no podamos ahorrarnos todos los quebraderos de cabeza pero alguno habrá que dejemos fuera y, de todos modos, al conocernos podremos mantener la calma con más facilidad.
Escribo esto mientras percibo que últimamente gente que me rodea tiene algo que decir sobre como debería ser yo, los principios que debería tener, lo que debería hacer con mi vida... Por lo visto sabrán mejor que yo lo que pienso, si es que lo hago, o tienen información privilegiada de "fracasadossuicidas.org", vaya usted a saber.
De cualquier modo, y siendo friki a pesar de que me fusilen por ello, no digamos la frase de Gaius Baltar: "you are perfect just how you are", porque más de uno se lo podría creer, un problema, oiga.
lunes, agosto 25, 2008
domingo, agosto 03, 2008
El que agarra se convierte en uke
Una vez terminado el curso de verano de Elx, voy a anotar aquí mismo como ejercicio de memoria, un par de conceptos que me gustaría recordar.
El primero es el que viene el título, "el que agarra se convierte en uke". En el arte marcial hace referencia a que uno no debe fijar toda si atención y/o tensión en solo un punto del adversario, pues él puede usar esa misma presión para aplicar una técnica sobre nosotros. Esto quizás debería explicarle largo y tendido con matices, imágenes y, a ser posible, algo de conocimiento marcial por parte del lector, pero tampoco quiero aburriros entrando en detalles a lo Masamune Shirô.
La cuestión es no agarrar, no aferrarse. Y dicho así ya no tiene por qué ser algo físico, de arte marcial. También debe de ser algo psíquico, una actitud vital. No aferrarse a un concepto o una idea con una fuerza tal que nuestros músculos se acaben agarrotando y no podamos reaccionar ante cualquier revés que nos de la vida -cosa asquerosamente común-.
Pero ojo, esto no quiere decir que no nos comprometamos con nada, que seamos, en definitiva, "chaqueteros" o superficiales. Debemos aprender a tocar y agarrar sin agarrar ni aferrarnos a lo que agarramos sin perder el contacto con la realidad de lo que estamos "agarrando". Dicho de este modo parece filosofía barata, y quizás lo sea, pero...
El segundo concepto a recordar es la actitud y mentalidad del ataque. Atacar como si de hecho lo estuviéramos haciendo en realidad, pero será -en el entrenamiento, claro- un ataque en el que no aplicaremos toda la fuerza que podríamos. De modo que en caso de accidente evitaremos lesiones propias o extrañas.
Supongo que fuera del ambiente marcial esto equivaldría a que cuando decidimos que vamos a hacer algo, o el rumbo que tomaremos nuestra vida, etc., nos comprometamos con una actitud seria y decidida a llevara cabo esa "acción", pero que al mismo tiempo no nos dejemos llevar por ella.
Sea como sea, aquí quedan estos dos puntos, "el que agarra se convierte en uke" y "hay que atacar con la cabeza y el corazón".
jueves, noviembre 15, 2007
Taikai Madrid 2007

